lunes, 13 de octubre de 2008

Visita al cirujano, Remedios Varo


A través de la ventana se aprecia a la mujer perfecta. Una larga cabellera dorada rodea su cuerpo desnudo con líneas meticulosamente definidas, como el dibujo de un río en el mapa. Grandes ojos a medio abrir y un trazo recto dirigen la vista de su pequeñísima nariz, a una boca cerrada. A unos labios callados e inexpresivos.

El rostro en forma de corazón se sostiene por un cuello de cisne, preámbulo a un primer par de voluptuosos pechos. Bajo sus senos porta otros senos y bajo éstos se encuentra el tercer y último par. Cada uno más disminuido que el anterior, pero todos tan respingados como los demás.
Continuando hacia el sur, entre la diminuta cintura y sus femeninas caderas descansa un ombligo que parece pintado; y luego la sugerencia de un sexo limpio y simétrico. Esta inmóvil figura no necesita brazos ni piernas, y las terminaciones de sus miembros superfluos se desvanecen sutilmente en el fondo del aparador.

Afuera del consultorio, parada en el umbral junto a la ventana, espera una mujer-monstruo. Ya ha tocado el timbre, y sólo falta que la puerta se abra para refugiarla de la calle. El velo que la cubre evidencia vergüenza; y su plastourgencia se explica de inmediato por la tragedia de una nariz prominente; parece probable que sus túnicas escondan imperfectos semejantes, o incluso peores, a los de su cara.

La mujer idónea mira a la deforme hacía abajo; en sus ojos un dejo de fría aprobación, pronto ambas serán iguales. Impecables.

1 comentario:

nochoquemechocaron dijo...

Ahora me gustó mucho. ¡Kudos! :)