lunes, 13 de octubre de 2008

Visita al cirujano, Remedios Varo


A través de la ventana se aprecia a la mujer perfecta. Una larga cabellera dorada rodea su cuerpo desnudo con líneas meticulosamente definidas, como el dibujo de un río en el mapa. Grandes ojos a medio abrir y un trazo recto dirigen la vista de su pequeñísima nariz, a una boca cerrada. A unos labios callados e inexpresivos.

El rostro en forma de corazón se sostiene por un cuello de cisne, preámbulo a un primer par de voluptuosos pechos. Bajo sus senos porta otros senos y bajo éstos se encuentra el tercer y último par. Cada uno más disminuido que el anterior, pero todos tan respingados como los demás.
Continuando hacia el sur, entre la diminuta cintura y sus femeninas caderas descansa un ombligo que parece pintado; y luego la sugerencia de un sexo limpio y simétrico. Esta inmóvil figura no necesita brazos ni piernas, y las terminaciones de sus miembros superfluos se desvanecen sutilmente en el fondo del aparador.

Afuera del consultorio, parada en el umbral junto a la ventana, espera una mujer-monstruo. Ya ha tocado el timbre, y sólo falta que la puerta se abra para refugiarla de la calle. El velo que la cubre evidencia vergüenza; y su plastourgencia se explica de inmediato por la tragedia de una nariz prominente; parece probable que sus túnicas escondan imperfectos semejantes, o incluso peores, a los de su cara.

La mujer idónea mira a la deforme hacía abajo; en sus ojos un dejo de fría aprobación, pronto ambas serán iguales. Impecables.

jueves, 9 de octubre de 2008

La Mar (o Crónica de una Comensal Frustrada)


En la inauguración de la cevichería peruana, La Mar, los mariscos brillaron por su ausencia, y como es difícil describir una experiencia culinaria cuando no hay comida, me veo obligada a cubrir el evento desde otra perspectiva.

El lugar es bonito, aunque en principio parecía tener pocas mesas para ser un restaurante; el espacio vacío sólo dejó de ser inexplicable cuando el local se retacó de gente al estilo metrobus.

A pesar de que no había donde sentarse, la espera fue alivianada por grandes cantidades de alcohol barato servido en vasitos de plástico por las edecanes de los patrocinadores: chicas guapas, voluptuosas, y mucho más dispuestas que los meseros a atender a la clientela.

Pero es injusto asegurar que los meseros no querían ofrecer un buen servicio, siendo que probablemente no podían. El hecho es que esta es la primera vez que le pregunto a un mesero por el baño, y éste no tiene la mas remota idea de dónde encontrarlo.

Cuando, tres horas más tarde de la cita, salieron de la cocina cuatro incautos con charolas de ceviche en caballitos tequileros, éstos fueron devorados por la muchedumbre más rapido que una vaca en el Amazonas. Sobra decir que a los de atrás no nos tocó.

Si la noche de apertura es indicativa del servicio que los clientes esperamos recibir en este resturante/bar/antro de mala muerte, los de la taquería de enfrente tienen razones para celebrar; ya que es ahí donde terminamos los comensales menos pacientes de la noche.

martes, 7 de octubre de 2008

Crónica de un ataque terrorista

Era nuestra primera mañana en el Cairo y nos despertó la oración matutina; voces graves y repetitivas que se escuchan todas las madrugadas desde los minaretes de la ciudad.

Ale se metió a bañar, ella había perdido el volado. Mientras mi prima disfrutaba de la regadera sonó el teléfono dos veces, pero yo estaba demasiado cansada para contestar. Luego fue mi turno de usar el baño y para mi gran desgracia tuve que levantarme de la cama.

A medio desvestir escuché un sonido agudo y prolongado, me tarde un rato en entender que se trataba de la alarma contra incendios. Incluso una vez registrado este hecho, asumí que era un error del hotel y marqué indignada a la recepción para que lo corrigieran. No obtuve respuesta.
Ale descorrió las cortinas y nos asomamos por la ventana, descubrimos que había humo subiendo desde el primer piso, nublando nuestra vista hacía abajo.

Recordé de golpe todas las advertencias que me habían hecho antes de viajar. Es un país miserable, mal organizado y peligroso; lleno de gente retrógrada y violenta. Apenas unos años antes, setenta turistas alemanes fueron brutalmente ejecutados en Luxor, y el reciente ataque a las torres gemelas había puesto a Egipto en la mira como un lugar de alto riesgo. Por eso todo salió más barato. Por eso me encontraba en el piso veintitrés de un hotel que parecía un blanco perfecto para cualquier fanático con iniciativa.

Ale forzó la voz en un intento por mantener la calma – María Cristina vístete, se está quemando el hotel – Sorprendentemente logré responder, me puse la pijama y mis tenis. Tomé una bolsa, el dinero y los pasaportes.

Mientras tanto mi prima buscó al Tío Jorge. Todavía con su voz de tranquilidad aterradora dijo -Papá salte, se quema el hotel –, – Ale espérame, que me estoy bañando - y con esas palabras perdió toda compostura, entró al baño y lo jaló del brazo desnudo en un intento desesperado por salvarlo.

De pronto alguien tocó la puerta de la habitación. Confundida, y con pasaportes en mano, abrí para encontrarme con tres árabes perfectamente uniformados. En un ingles medio fallido me avisaron –Está sonando su alarma- Su obviedad me exasperó –Sí- les contesté, apurada por bajar veintitrés pisos corriendo –Se quema el hotel-

Los egipcios me vieron como si no entendieran. Cuando Ale y el Tío Jorge salieron del cuarto de junto, mojados y extremadamente agitados, los hombres de seguridad nos explicaron bien fuerte, lento y claro que no pasaba nada. Qué el hotel estaba intacto. De nuevo, nos tardamos en reaccionar.

–Pero vimos el humo- alegó Ale con voz temblorosa.

Resulta que las calderas sacan vapor por las mañanas y que el ambiente del Cairo hace que éste suba con mucha velocidad. La alarma fue un error del hotel y al día siguiente nos regalaron una canasta de fruta. También recibimos una dosis de humillación que nos separó de la paranoia irracional que veníamos arrastrando desde el otro lado del mundo; fue suficiente para permitirnos disfrutar, cabizbajos y felices, el resto del viaje.