Cometí el error de leer Fast Food Nation de Eric Shlosser (el libro que inspiró el documental de Super Engórdame), y ahora estoy pagando las consecuencias; una de ellas es que la sola mención de una hamburguesa de McDonalds me provoca naúseas; y la otra es que desarrollé una profunda indignación por la corrupción sistemática de las mega corporaciones estadounidenses.
Estoy consciente de que mi indignación no es nada original, sin embargo pensé que era necesario advertir que estoy pasando por lo que mi mamá llama una etapa de feminazi ultraliberal, para explicar por que me llamó tanto la atención el portal de Adbusters, y en especial la Anticorporacón Blackspot.
Mi experiencia frente a la campaña de los zapatos Blackspot fue la siguiente: Los zapatos me gustaron, el diseño tiene onda y parecen ser una alternativa razonable. Luego vi el precio y mi empatía por la anticorporación se fue al diablo; cada par de tenis de lona cuesta noventa dólares canadienses. Estaba a punto de salirme de la página al grito de malditas ratas, cuando leí la misión de la compañía en donde expresan francamente que sí, sí se trata de una corporación con fines de lucro que va a utilizar sus excedentes para hacer campañas de publicidad que resulten en más presencia para su producto y para su causa.
¿Por qué esperaba que unos zapatos producidos de forma que no dañan nuestro entorno fueran más baratos? Y ¿Qué tiene de malo que Blackspot busque vender y ganar de su producto? El hecho es que el consumir productos orgánicos y ecológicos no es solamente una cuestión de conciencia, sino de lujo. En Vancouver hay un supermercado que se llama Whole Foods en el que sólo se venden productos locales, orgánicos y environmentally friendly; comprar ahí sería genial, de no ser por que todo cuesta el doble que en el Wal-Mart de enfrente.
Paradójicamente nuestras convicciones antimercantilistas son susceptibles de ser utilizadas como sales pitch para asegurar una compra. El hecho de que un zapato sea producido de forma ecológica y justa no debería ser una excepción, sino la norma. Es absurdo que existan mercados especializados en los que te aseguren que el pollo que estas comprando es en verdad pollo. ¡Todo el pollo debería ser pollo! Como consumidores deberíamos exigir que todas las corporaciones tuvieran estándares mínimos de higiene y de legalidad, para que funcionaran de la misma manera que Blackspot dice funcionar.
Estoy consciente de que mi indignación no es nada original, sin embargo pensé que era necesario advertir que estoy pasando por lo que mi mamá llama una etapa de feminazi ultraliberal, para explicar por que me llamó tanto la atención el portal de Adbusters, y en especial la Anticorporacón Blackspot.
Mi experiencia frente a la campaña de los zapatos Blackspot fue la siguiente: Los zapatos me gustaron, el diseño tiene onda y parecen ser una alternativa razonable. Luego vi el precio y mi empatía por la anticorporación se fue al diablo; cada par de tenis de lona cuesta noventa dólares canadienses. Estaba a punto de salirme de la página al grito de malditas ratas, cuando leí la misión de la compañía en donde expresan francamente que sí, sí se trata de una corporación con fines de lucro que va a utilizar sus excedentes para hacer campañas de publicidad que resulten en más presencia para su producto y para su causa.
¿Por qué esperaba que unos zapatos producidos de forma que no dañan nuestro entorno fueran más baratos? Y ¿Qué tiene de malo que Blackspot busque vender y ganar de su producto? El hecho es que el consumir productos orgánicos y ecológicos no es solamente una cuestión de conciencia, sino de lujo. En Vancouver hay un supermercado que se llama Whole Foods en el que sólo se venden productos locales, orgánicos y environmentally friendly; comprar ahí sería genial, de no ser por que todo cuesta el doble que en el Wal-Mart de enfrente.
Paradójicamente nuestras convicciones antimercantilistas son susceptibles de ser utilizadas como sales pitch para asegurar una compra. El hecho de que un zapato sea producido de forma ecológica y justa no debería ser una excepción, sino la norma. Es absurdo que existan mercados especializados en los que te aseguren que el pollo que estas comprando es en verdad pollo. ¡Todo el pollo debería ser pollo! Como consumidores deberíamos exigir que todas las corporaciones tuvieran estándares mínimos de higiene y de legalidad, para que funcionaran de la misma manera que Blackspot dice funcionar.
5 comentarios:
Tienes toda la razón. Yo sería feliz comprando todo ultra mega orgánico, andando en coches de esos que usan energía eléctrica o hasta viviendo en esas casas de árbol súper ecologistas... PERO NO PUEDO PAGAR POR ESA VIDA!!!
Hablando de retórica comercial, ¿qué tal la descripción del Ganso Marinela? Es un "pastelito sabor chocolate con relleno cremoso". Nótese que nunca dice que contenga chocolate o crema. A lo mejor por eso es tan rico. Lástima que "pastelito de saborizante artificial relleno de grasa vegetal hidrogenada" suene tan mal.
Yo digo que asumamos que todos somos cerdos consumistas y destruyamos nuestro ambiente en el tiempo que le queda a nuestra generación con recursos naturales.También acabemos con todos los productores pequeños, ineficientes y poco competitivos. PAAAARTYYYYYY!!
todo empieza por la ley de la oferta y la demanda, compra un producto orgánico y su precio por lógica económica tendría que bajar. Es una cuestión de difusión y de comprensión del mercado, yo estoy de acuerdo contigo pero: a cuántas personas realmente le importa si lo que come es pollo o si sus tenis fueron hechos con medidas ultraconscientes...
yo he aprendido a amar los mcnuggets, y la verdad es que no... no quiero enterarme de qué están hechos.
felicidades por tu blog! no había podido comentar, pero sigue haciéndolo, you're doing well!
To borrow from someone else's words: "i believe that junk food tastes so good because it's bad for you" y estoy tan de acuerdo con 'gonococo', esa es justo mi filosofia de vida!
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