lunes, 25 de agosto de 2008

¡Cheeseburger! (o La mosca)


Confieso que hasta hace poco yo era una de esas personas que no había visto ninguna de las versiones, ni de las secuelas, del clásico La mosca. Y no es que no me guste la ciencia ficción, todo lo contrario, es uno de mis géneros favoritos; pero honestamente imaginaba esta película como dos interminables horas de un insecto gigante atacando a gente inocente sin motivo alguno. No me gustan mucho los insectos.

Es por eso que fuí grátamente sorprendida cuando por fin tuve ocasión de verla. Me encontre con que La Mosca del director David Cronenberg es una película inteligente, con una trama compleja, con personajes entrañables y con un final fuerte y satisfactorio.

Seth Brundle no es un villano. Es un hombre que, por un pequeño error del destino se está conviertiendo lenta y dolorosamente en un monstruo. Los espectadores, junto con su novia Ronnie, estamos condenados a ser testigos; y él, como científico, esta obligado a registrar su propia muerte.

La mosca no hace ninguna concesión cursi al público, el director es despiadadado con nosotros y con sus protagonistas. Es una historia trágica en la cúal la última preocupación es el hecho de que haya una mosca gigante desatada por la ciudad.


viernes, 22 de agosto de 2008

En pausa

Lo primero que hace cuando se levanta es revisar su colección. Es importante verificar que nada haya sucedido en la noche, que nadie se haya movido sin permiso. Ya tranquila sigue con su rutina. Se talla la cara, se relame el pelo, se pone los lentes y el uniforme, finge desayunar y alguien la lleva a la escuela.

Ahí nunca pasa nada interesante.

Ella aprovecha su tiempo para repasar el mundo que tiene guardado en la repisa. Esos edificios miniatura, cada uno con una función especial; la pequeña gente perfecta que habita en la ciudad, y las vidas perfectas que ella les ha otorgado. Se preocupa por su ausencia: el bebé de la casita azul necesita leche pero su mamá se mantiene estática en un sillón, como en pausa.

Es maravilloso el detalle con el que ella reconstruye, la dedicación con la que acerca a esas pequeñas piezas plásticas a tener una experiencia humana.

A veces les tiene envidia y se le antoja unírseles. Se imagina paseando por las calles suburbanas. En bici todo avanza más rápido y las casas, con sus colores pastel, parecen postre. Los niños de la casa del árbol la saludan de lejos y la invitan a pasar. Pero entonces perdería el control, se pondría a merced de otro par de manos que la acomodarían en su lugar. Es mejor así, de lejos.

El recreo pasa y ella no se ha movido. Está perfeccionando su colección, recorriéndola mentalmente. Ella es la dadora de vida. Incluso consiguió una escuelita, para que los niños jueguen y aprendan. Las niñas del salón corren de un lado a otro del patio, jugando a las tráes, pero ella está demasiado ocupada.

En su casa anda con la mirada vacía. Ella no corre, no grita y no empuja. Cada vez habla menos, come menos y ocupa menos espacio.

Un día despierta y no necesita revisar su colección para darse cuenta. Se asoma por el marco blanco de una ventana, y observa las sombras inmóviles de las hojas sobre el pasto. La casa del árbol está vacía. Reina el silencio sobre su nuevo y perfecto vecindario color pastel.


jueves, 21 de agosto de 2008

Adbusters, (o el pollo que no es pollo)



Cometí el error de leer Fast Food Nation de Eric Shlosser (el libro que inspiró el documental de Super Engórdame), y ahora estoy pagando las consecuencias; una de ellas es que la sola mención de una hamburguesa de McDonalds me provoca naúseas; y la otra es que desarrollé una profunda indignación por la corrupción sistemática de las mega corporaciones estadounidenses.

Estoy consciente de que mi indignación no es nada original, sin embargo pensé que era necesario advertir que estoy pasando por lo que mi mamá llama una etapa de feminazi ultraliberal, para explicar por que me llamó tanto la atención el portal de Adbusters, y en especial la Anticorporacón Blackspot.

Mi experiencia frente a la campaña de los zapatos Blackspot fue la siguiente: Los zapatos me gustaron, el diseño tiene onda y parecen ser una alternativa razonable. Luego vi el precio y mi empatía por la anticorporación se fue al diablo; cada par de tenis de lona cuesta noventa dólares canadienses. Estaba a punto de salirme de la página al grito de malditas ratas, cuando leí la misión de la compañía en donde expresan francamente que sí, sí se trata de una corporación con fines de lucro que va a utilizar sus excedentes para hacer campañas de publicidad que resulten en más presencia para su producto y para su causa.

¿Por qué esperaba que unos zapatos producidos de forma que no dañan nuestro entorno fueran más baratos? Y ¿Qué tiene de malo que Blackspot busque vender y ganar de su producto? El hecho es que el consumir productos orgánicos y ecológicos no es solamente una cuestión de conciencia, sino de lujo. En Vancouver hay un supermercado que se llama Whole Foods en el que sólo se venden productos locales, orgánicos y environmentally friendly; comprar ahí sería genial, de no ser por que todo cuesta el doble que en el Wal-Mart de enfrente.

Paradójicamente nuestras convicciones antimercantilistas son susceptibles de ser utilizadas como sales pitch para asegurar una compra. El hecho de que un zapato sea producido de forma ecológica y justa no debería ser una excepción, sino la norma. Es absurdo que existan mercados especializados en los que te aseguren que el pollo que estas comprando es en verdad pollo. ¡Todo el pollo debería ser pollo! Como consumidores deberíamos exigir que todas las corporaciones tuvieran estándares mínimos de higiene y de legalidad, para que funcionaran de la misma manera que Blackspot dice funcionar.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Sobre la Sangre

Imagínate una carne perfecta. De esas que son obscuras por fuera, casi quemadas, crujientes; de esas en las que el tenedor se hunde como si fueran mantequilla y que luego cuando las atraviesa el cuchillo sueltan un jugo humeante, saladito. Una carne gruesa que es cada vez más roja por dentro, y en la que si te fijas bien se distingue una veta precisa, como la de un árbol.

Ahora imagínate que en medio de la contemplación de ese platillo suculento, justo cuando las esquinas de tu boca ya empezaron a salivar en anticipación del primer bocado, se escucha una voz de niña increíblemente intrusiva:

– Guácala, tiene vena-

De pronto la carne perfecta está dividida por una delgada línea azul. Una línea que cada vez es menos delgada y menos azul, porqué ahora que le pones atención, parece hincharse de líquido coagulado, violeta. El plato fuerte de hoy es cadáver. Tu filete es un pedazo de músculo arrancado de la espalda de una vaca muerta y el jugo que empapa tu puré, es sangre.

Es como estar en clase de anatomía. Reconoces los tendones que formaban una conexión con el hueso y que ahora son inútiles, la grasa amarillenta acumulada en las orillas, la vena que irrigaba los músculos y que permitía que éstos se contrajeran para crear movimiento. Tú también tienes tendones y venas y músculo, ¿Así te verías sobre un plato?

Consideras a los pobres animales asesinados, por que las vacas no son las únicas víctimas. También están los cochinitos y los pollitos y los borreguitos. Te acuerdas de Bambi y de la parte cuando un cazador mata a su mamá y él se queda solito bajo la lluvia. Decides nunca volver a comer carne.

Dejas el tenedor y alejas el mórbido platillo. Renuncias a las puntas de filete, a las chuletas de puerco, al pollo con mole, al pato a la naranja y a cualquier banquete cuyo protagonista no sea una lechuga.

Te olvidas para siempre del suadero, y procuras no pensar en cómo “Charly” moja la tortilla en la cazuela hirviendo antes de entregarte un taco tan suave, que se resbala por tu garganta con extraordinaria facilidad. Y en tus intentos por dejar atrás pensamientos impuros tu mente salta a la imagen de una tortillita con sal y tuétano; aunque no tanto a la imagen como a la textura, el calor y el sabor.

Tal vez no haya necesidad de abandonar el tuétano, de todas maneras no lo comes muy seguido y es difícil negarse a algo que se te antoja tanto. Pensar en huesos y médulas ya no te da asco, sino hambre. Una vez admitido este hecho vergonzoso debes aceptar que siempre pides tu cortes rojitos y que la carne cruda es la más apetitosa.

Eres un vampiro y disfrutas de la masacre de seres inocentes, la sola idea de llenar tu boca con su sangre te llena de placer. En un acto puramente carnívoro acercas tu plato, tomas el tenedor y le das una gran mordida al sacrificio del día. Te inundas de satisfacción. Todavía con la boca llena y con tus colmillos de fuera, sonríes.

Introducción/Advertencia/Bienvenida

Más que una introducción creo que este blog necesita una advertencia. Ha sido creado con el propósito de mostrar mi trabajo escrito, por lo tanto es inútil buscar un hilo negro que conecte una entrada con la otra.
Cada texto es independiente de los demás.
Una vez dicho esto, espero que lo disfruten y ¡Bienvenidos!